​¿Qué conclusiones sacar después del plebiscito?

Columna publicada originalmente en DiarioEstrategia el 26.10.2020

La intención de voto del plebiscito no nos trajo demasiadas sorpresas. Pero, sin duda, la cifra con la que ganó la alternativa apruebo fue una sorpresa. Es verdad que para lo relevante de la decisión, la votación fue baja (ello aunque sectores de izquierda la presenten como la más alta votación con voto voluntario). El tema no es menor desde que prácticamente un 50% del padrón electoral no expresó su opinión en el plebiscito. Ahora bien, aunque la pandemia nada agrega respecto de la falta de legitimidad de la votación (equivale prácticamente al padrón electoral que participó en la elección del Presidente Piñera), no se puede dejar de lado que la alta votación del apruebo fue arrolladora. Y acá viene algo realmente preocupante en la centro derecha, y es que el sector no logra marcar sus posiciones. Había muy buenos argumentos para el rechazo, pero ellos jamás se discutieron públicamente. El sector es incapaz de marcar sus puntos. También eso es malo para nuestra democracia desde que las personas no pueden decidir de forma informada.

La izquierda ha sido muy eficiente en dos aspectos fundamentales. El primero es la transformación de la política en una lucha de slogan respecto de la cual la derecha no ha podido presentar sus puntos de vista (los slogans van fijando las posiciones de los ciudadanos). Así desde la izquierda se han posicionado desde siempre slogans, que se han generalizado en los medios, como: “la revolución pingüina, no al lucro, el neo liberalismo, la primera línea, etc”. No se ve el contraste respecto de los puntos débiles de la izquierda: “creadores netos de pobreza, fascismo de izquierdas, los escuadrones de la muerte del chavismo, etc.”. En cierta forma esta ausencia de slogan reflejan algo más profundo y muy negativo en la derecha, que, sorprendentemente, se pueden leer como falta de ideas propias. Las ideas del sector no están claras, y por ende no logran transmitirse a la ciudadanía. A falta de consensuar y acordar cuáles son estas ideas, se ha venido desarrollando la estrategia de hacerse de la estrategia del contrario. A ello han adherido Longueira, Lavín, Ossandón, y un largo etc. Es verdad que ello es mejor que ninguna estrategia, pero la idea de la política es poder transmitir adecuadamente las ideas propias, y no las ajenas. Lamentablemente ello no se está logrando, y esta es la verdadera tragedia del sector, y del país. Hoy la centra derecha cuenta con un presidente que es de su sector, pero que está atrapado por la izquierda (en ello no solo ha influido “el estallido social”). Y la pregunta que muchos se harán en el futuro es por qué votar por un presidente de derecha, si al final no podrá gobernar y lo tendrá que hacer mediante políticas de izquierda. ¿No es mejor votar por el original que por la copia? La respuesta para algunos parece ser que la derecha debe adoptar las políticas de centro izquierda. En el mejor de los casos esta estrategia lleva a construir una centro derecha, tipo socialdemocracia. La apuesta puede ser electoralmente correcta, desde que si la oposición se ubica en la extrema izquierda, ello podría llevar a ganar las elecciones. Pero ello significa venir haciendo lo mismo que se ha hecho los últimos años, y fuera del primer gobierno de Piñera, esa estrategia no está dando resultados.

A esa opción se le puede sumar una alternativa, que es levantar una derecha de verdad, que albergue sectores liberales y conservadores, pero para ello es necesario adoptar una estrategia. Y dentro de ella es necesario pulir asperezas y presentar un programa y posiciones que sean atractivos electoralmente, pero que realmente representen al sector. Y en esta área hay temas que no pueden faltar, como: institucionalidad, crecimiento económico e igualdad de oportunidades. En estos temas la centro derecha se puede diferenciar de la izquierda, teniendo altos niveles de eficiencia. También es necesario tener claro el ideario, y que los representantes del sector los promuevan adecuadamente.

Rodrigo Barcia Lehmann.

Dr. en Derecho y Magister en Economía.

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