¿Alguien ha pensado en los artistas? cultura, entretenimiento, las artes y propiedad intelectual en tiempos de COVID-19
Esta columna fue publicada originalmente en EstadoDiario el 3.08.2020
Michelle Azuaje Pirela, Pablo Andrade y Constanza Parodi *
Es verdad que la pandemia del COVID-19 ha traído consigo innumerables y nefastas consecuencias. También la toma de decisiones encaminadas a contener y evitar la propagación del virus que se han visto como necesarias pero que han implicado pérdidas económicas que todavía están por cuantificarse. Asimismo, es cierto que son tantas las áreas afectadas que es y será difícil poder hacer frente a cada una de ellas. Y una de esas tantas áreas es la relacionada con el sector de la cultura y el entretenimiento.
De acuerdo con lo dispuesto en los artículos 24 y 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el ocio y el acceso a las actividades recreativas y culturales son reconocidos expresamente como derechos humanos fundamentales. Entre otras cosas porque resultan indispensables para el libre desarrollo de la personalidad y para la salud mental.
Sin embargo, las medidas de distanciamiento social implicaron el cierre de bares y restaurantes; la cancelación de conciertos y obras de teatro; el cierre de cines y otras medidas, que golpean fuertemente al mundo del entretenimiento el cual más allá de estar compuesto por películas, obras y piezas musicales, está compuesto por personas: los cultores y creadores, los artistas, intérpretes y ejecutantes, muchos de los cuales vienen a formar parte de esa enorme masa de aquellos que han perdido sus puestos de trabajo sin tener la certeza de cuándo y cómo podrán retomarlo.
Además, durante la pandemia, museos, óperas o casas editoriales han puesto gratuitamente a disposición algunos de sus productos, argumentando la particularidad de la situación. Esto ha sido visto con cierto recelo por organismos de protección a la propiedad intelectual como la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), quienes advierten que es peligrosa la excesiva gratuidad de los productos intelectuales, considerando los derechos morales y patrimoniales que también existen sobre muchos de ellos. De esta forma, el llamado ha sido a que los gobiernos se preocupen de la salud de los ciudadanos, pero sin olvidar apoyar al sector de la cultura, que también es “fundamental para la salud mental” de las personas confinadas.
Hace un mes la destacada actriz chilena Amparo Noguera, expresaba a un medio de comunicación nacional que: “Esto ha sido terrible, cerraron los teatros y a nadie le importa”. Esta frase invita a reflexionar y a hacerse una gran pregunta: ¿alguien ha pensado que pasó o qué pasará ante la pérdida de ingresos que han sufrido los artistas y creadores culturales? o ¿qué medidas se han tomado o se tomarán para apoyar a este sector de la economía?.
La llegada del COVID-19, ha significado que muchos sectores tengan que reinventarse para sobrevivir. Y este es uno más. Por ejemplo, en Venecia, ciudad ampliamente conocida como uno de los destinos turísticos más importantes a nivel mundial, la llamada “nueva normalidad” hizo surgir el cine en góndola como una alternativa para mantener el distanciamiento social y al mismo tiempo poder trabajar y entretenerse. Mientras que, en Chile, algunos artistas han desarrollado propuestas por demás novedosas e interesantes. Autocines, fiestas, eventos virtuales y auto circos, son solo algunas de las propuestas surgidas en medio de la crisis.
El teatro también ha sabido reinventarse, llegando con el espectáculo hasta la comodidad de los hogares de los espectadores. A través de diversas plataformas ha sido posible mantenerse vigente, y brindar algún tipo de distracción a las personas durante el confinamiento, generando también ingresos económicos para los artistas involucrados.
Desde el punto de vista de las medidas adoptadas por el gobierno, tras la llegada de la pandemia a Chile, el Ministerio de las Culturas, las Artes y Patrimonio lanzó un plan de ayuda a este sector destinando 15 mil millones de pesos para apoyar a los artistas y organizaciones ante la emergencia. Sin embargo, este con el paso del tiempo no ha sido suficiente.
También se implementó por parte del mismo Ministerio, la unidad de intermediación legal para los artistas y gestores culturales más vulnerables del país con el objeto de asesorarlos en la obtención de las ayudas implementadas por el gobierno. Estas últimas son de carácter general para quienes cumplan con los requisitos y porcentajes establecidos. Y aunque no están específicamente dirigidas a los artistas, la inyección de liquidez a la micro, mediana y pequeña empresa así como algunas medidas de índole tributario son opciones que vienen a salvar varios centros culturales o socioculturales que hasta el momento corrían peligro, obteniendo así una esperanza para poder seguir y retornar en el periodo post COVID-19.
Ahora bien, el desconfinamiento del cual ya se comienza a hablar en distintas comunas del país implicará retomar algunas actividades lo que traerá sus propios desafíos, muchos de los cuales seguirán impactando en este sector. En ese orden de ideas, en el Capítulo II de la resolución Exenta N° 591 de 23 de julio de 2020, se establece el Protocolo de Manejo y Prevención ante el COVID-19 en cines independientes, teatros y lugares análogos, y se presenta el programa “paso a paso”, que consiste en 5 fases.
De acuerdo con la citada Resolución, en la fase 4, se permite el funcionamiento de cines, teatros y lugares análogos hasta un 25% de su capacidad total y en la fase 5, hasta un 75% de su capacidad. Entre las medidas adoptadas se recomienda reducir el número de butacas, asegurando la distancia de un metro lineal, de forma horizontal y vertical. También, se recomienda la venta y compra de entradas por medios digitales; limpiar y desinfectar los recintos después de cada función; prohibición de venta y consumo de alimentos dentro del recinto; y generar rutas de tránsito, dentro del establecimiento, para evitar la interacción entre los espectadores.
Por otra parte, respecto a los ensayos, se sugiere programarlos en horarios donde exista un flujo mínimo de personas; lo mismo respecto a las pruebas técnicas. De igual modo, se aconseja demarcar un distanciamiento en el piso para las distintas especialidades técnicas; permitir solo la presencia de personas que estén directamente involucradas con los ensayos y pruebas técnicas; y restringir el uso de camarines para el cambio de vestuario exclusivamente, debiendo ser depositado en bolsas plásticas y dejado en un espacio especialmente dispuesto.
Aunque todavía resulta difícil cuantificar las consecuencias, las mencionadas medidas y otras que puedan tomarse permitirán el resurgimiento de un sector que, aunque jurídicamente protegido se encuentra hoy como nunca en una muy frágil situación.
* Michelle Azuaje Pirela es investigadora del Instituto de Investigación en Derecho, Universidad Autónoma de Chile.
* Pablo Andrade es asistente de investigación del Instituto de Investigación en Derecho, Universidad Autónoma de Chile.
* Constanza Parodi es asistente de investigación del Instituto de Investigación en Derecho, Universidad Autónoma de Chile.